Ejemplos de piezas cerámicas realizadas con diferentes técnicas: rakú, pit-firing, oxidación, rakú desnudo y cobre fugitivo.
PACTANDO CON EL AZAR
El caos, lo aleatorio, el azar, la casualidad…entran y salen danzando por la realidad de nuestra experiencia cotidiana. El azar convive con nuestra planificación y es “el arquitecto de nuestro destino”. Esto tambien sucede en el rakú.
Inspirado en el procedimiento, originario de Japón, utilizado desde el siglo XVI para elaborar la taza para la ceremonia del té, actualmente llamamos rakú a la técnica de cocción cerámica en la que, las piezas, previamente bizcochadas, son esmaltadas a pincel y cocidas por segunda vez en un horno de rakú hasta alcanzar el punto de maduración (aproximadamente 980º), momento en que se extraen del horno al rojo (incandescentes) con unas largas tenazas de hierro, para someterlas a un proceso de reducción en un recipiente (con hojas secas, serrín, viruta…), que se tapa por arriba .
La taza de rakú, realizada a mano, irregular y de textura áspera, supuso todo un cambio en la apreciación estética de la sociedad nipona, que hasta entonces se había guiado por los principios de la perfección y exquisita simetría de la cerámica china. Las tazas rakú constituían un símbolo “antiarte”, que encajaba perfectamente con el espíritu zen.
El zen penetra en un mundo filosófico que pretende eliminar la importancia de la apariencia externa. Una auténtica revolución que valora la sencillez, la espontaneidad, “la armonía con el universo”.
El rakú es, como lo define Leach, “un retorno consciente al directo y primitivo tratamiento de la arcilla.” Supone además, una mentalidad radicalmente opuesta a la que inspira otras técnicas, en las que lo aleatorio es el enemigo a batir y el control del resultado final, el objetivo a perseguir.
El rakú es filosofía y técnica. Requiere conocimientos sobre los esmaltes, las características de la arcilla y los hornos, además de destreza en la realización de la piezas .A partir de aquí, la diferencia reside, sencillamente, en reconocer el derecho de la naturaleza a su ración de contingencia y, voluntariamente, abrir la puerta a lo casual, cediendo el turno de expresión a la propia pieza. De esta forma desaparece la dualidad y ya no seremos el objeto y yo, sino que quedaremos fusionados en el resultado final.
Como en las distintas realidades de la vida, lo aleatorio convivirá con lo planificado, formará parte del proceso y será el protagonista que lo llevará hacia resultados imprevisibles e irrepetibles. Estos, muchas veces, no se ajustarán a lo planificado y, con en ocasiones, lo superarán.
El rakú es un proceso rápido y personal, emocionante y participativo, intuitivo, espontáneo e imprevisible que produce obras únicas, que seguirán transformándose con el tiempo, como si tuviesen un hálito de vida.
El rakú es un pacto creativo con el azar



























